Por Alberto Baeza Flores
Primera parte
Hacia una futurología literaria
Después de entregar mi crónica en “La Nación” de San José de Costa Rica –una crónica que empezó como un “Correo de Madrid” y que fue cambiando hacia un “Correo de Santo Domingo”, y luego a un “Correo de la Florida” y a un “Correo de San José” y se quedó sin el “Correo”, porque ya era mucho andar y mucho cambiar – la secretaria del Director de “La Nación”, Eduardo Ulibarri que cuando estudiante universitario escribió un folleto de literatura o de Ciencia-Ficción con sus “Ciber-Cuentos”– me dio un sobre que contenía un libro enviado desde la capital dominicana. Me había encontrado, al fin, después de recorrer tantos laberintos. Era “Urbi et Orbi” de Juan Carlos Mieses, Premio Siboney 1983. Había sido enviado en agosto. Yo había estado en junio/julio en un nuevo y fascinante recorrido por Puerto-Plata y el cinturón de las playas. Los tiempos se entrecruzan.
“Urbi et Orbi” tiene un dibujo en la tapa o carátula, y es de Evelyne Grimaud-Mieses y representa la Plazoleta de la Catedral Primada de América. Casi acababa de ver la Plazoleta y esta era la imagen de la poesía de la transparente soledad de la piedra y del silencio, de las hojas y del cielo. ¿La veremos Así en las primeras décadas del siglo XXI? Un solo paseante descansa sobre un banco. ¿Es el peatón de la historia de Ray Bradbury? ¿La ciudad hacia donde se habrá extendido? Esta plazoleta será come el reloj del sol. Un sitio para empezar a medir la historia. Habrá unas palomas. El resto de la cuidad “se habrá ido”.
¿Y que será de este “Urbi et Orbi”? ¿Y de su autor? Habrá que recurrir al banco de memoria y nos dirá quién es Juan Carlos Mieses Premio Siboney 1983, y todo lo demás sobre su vida. ¿En qué año estamos? ¿En el 2083? ¡Cuanto ha pasado!
Ciudad de siempre
Lo que permanece, al fin, cuando la marea del tiempo se retira, es esto, son estas palabras que lo enumeran, que lo cuentan todo: “Una calle/Piedra, nombres y olvido”. También las palomas y las murallas han sido restauradas. Esa vieja ciudad de Santo Domingo de Guzmán donde el Nuevo Mundo empezó, en un viejo reloj de sol, a medir su tiempo que era lento como una gota de agua sobre la piedra, está allí.
El reloj de sol ha continuado marcando la hora olvidada, “Cuando la aguja férrea marcó el coral/ Como una daga negra”…”, “Calle que huele todavía /a bendecidas iniquidades y a caballos”. El tiempo inventa sus propias fantasías, y terminan por ser sus únicas realidades: “asombradas lunas y pañuelos”, “dioses sin aliento”, y esos reyes “que no vieron el sol de las Antillas/Sino por el fulgor de las miradas”. La historia pasa como un río y es, también, como el río, una fantasía.
¿Es el río Heraclitano? El poeta Juan Carlos Mieses nos ha recordado que Heráclito habló así: “El orden cósmico… como basura esparcida al acaso”.
Ando casi siempre con una libretilla de bolsillo donde he copiado lo que decía aquel poeta astrónomo de Persia que debe haber leído Heráclito: “buscan unos la ruta del saber verdadero/ otros dicen que hallaron, al fin, el derrotero. /Un día habrá una voz que gritará a los hombres/ Jamás ha habido ruta ni existido sendero”. Es Omar Khayyam, en una de las más bellas traducciones rimadas que conozco: la de un gran poeta postmodernista dominicano: Virgilio Díaz Ordóñez.
Juan Carlos Mieses nos ha hablado de un “Apocalipsis” que me parece el que vi, un día, pintado por Dalí y exhibido en Paris. ¡Cuantos Apocalipsis! Acaso en Hiroshima ocurrió una ambientación así: “Después de las cenizas/Lejos del alba” (Pág. 47). La historia se ha ido haciendo polvorienta. “En el pesar de un mundo sin estrellas, /Con el recuerdo amargo de las abejas.” Y mas allá: “Habitantes de un mundo sin campanas,/Morirán en silencio/Como los peces.”
Esto parece un clima visto desde 2083 por una “Noche larga, /Sin fronteras”. Los defensores de los recursos naturales del planeta Tierra y su preservación, han querido siempre un planeta con aves. Y la poesía, ahora, ha entrado en el tema. La ecología ha sido tema de la poesía también.
La preocupación ha sido siempre: un mundo o ninguno. “Muchos no llegarán a ver la noche/Todo estará vedado para ellos” (Pág. 50) “Los sobrevivientes/ -presurosos-/ Se alejarán vergonzosos” (Pág.50) También se ha ido creando esta conciencia. “Pero todos avanzan en la dirección equivocada. /Me gustaría sonreír/Pero sé que soy uno de ellos” (Pág. 51) Hemos ido avanzando en las previsiones. Y este poeta del Premio Siboney 1983, que es Juan Carlos Mieses, ha captado esa onda epocal, la necesidad de superar la crisis exterior e interior. Ha tocado, también, la realidad del absurdo que vivió Kafka, que profetizó los laberintos, las encrucijadas, los absurdos y las soledades epocales.
Desde la Universidad de Toulouse-Le Mirail los problemas contemporáneos se ven con una perspectiva profunda. De El Seybo a Santo Domingo, desde Santo Domingo a Paris, desde Paris a Santo Domingo es un buen itinerario. El mundo donde empieza la naturaleza a ser un mito, el mundo “Nuevo” que vieron los navegantes de hace cinco siglos y que venían de Europa, y el mundo de la harmoniosa razón –en una civilización poco razonable- que ve el poeta que hace el viaje inverso al de Colon y en una era Cibernética, Electrónica, Espacial –época que intenta poner en orden, en armonía, el poco desarrollo ético y el mucho desarrollo científico y tecnológico.
Juan Carlos Mieses ha acumulado experiencias, meditaciones, vivires durante casi veinte anos antes de atreverse a una nueva exploración de la poesía interior –que es “Urbi et Orbi”- Rilke lo apoyaría, porque hay una poesía que ha de madurar en el universo secreto, desde el fondo del yo.
Cartas de España. Originalmente Publicado el sábado 11 de julio de 1987 - Isla Abierta, suplemento de HOY
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