Por Jaime Tatem Brache
Cuando conocí personalmente a Juan Carlos Mieses, la noche de la puesta en circulación de la novela Dimensionando a Dios, de Manuel Salvador Gautier, ya hacía mucho tiempo que estaba explorando su universo de nostalgia. Antes de terminar la primera mitad de la década de los 80, llegó a la biblioteca municipal de Salcedo un libro inolvidable: Urbi et Orbi. Lo leí y quedé fascinado con la densidad, la profundidad y la belleza de un discurso poético que, desde una perspectiva llena de ternura, no sólo recuperaba la ciudad de Santo Domingo, sino al mundo.
Mi ciudad
Inmune a mis olvidos
Sólo la veo al alba
Antes de que despierte el mundo.
Tiene calles de flautas y campanas
Que atesoran la infancia.
Hay balcones que miran las primadas iglesias
Desde sus flores,
Junios de mariposas
Y ancianos en el parque y la nostalgia.
Y está atada al presente
En las aves marinas
En la náufragas lilas del Ozama
Y en tus ojos.
Luego de vivir mucho tiempo fuera del país, ha vuelto a su puerto de origen, de donde nunca ha partido, porque su viaje es hacia el interior del ser humano, con su implícita carga de ideología y contra ideología. A través de múltiples sujetos líricos, que a la larga son uno sólo, ha recreado el mundo, o mejor: lo ha inventado entretejiendo palabras, vivencias y referentes socioculturales que transforma estéticamente con su quehacer.
La luz se escurre sobre las lilas
En el asombro de una nueva mañana.
El rumor de la espesura
Despierta los olores y las aves.
Reinará de nuevo la esperanza
Hasta un atardecer sin horizontes
Cuando la paz renazca de tus sombras
Más allá de la luz,
Desde tus manos.
Dueño de un discurso depurado, equilibrado y limpio, Juan Carlos Mieses no es ajeno a la introspección ni cuando canta a la realidad externa con temas recurrentes como las calles coloniales, las lilas, el Ozama, las palomas, los pelícanos y el mar, porque entrelazándolos con otros tan íntimos como el amor, la noche y la soledad, transfigura la creación de un orbe que, aunque permanece, se ha perdido. Es la añoranza la que serenamente habla al oído del poeta y le dicta sus cantos.
No la trajo la lluvia esa tristeza
Ni la noche,
Viene de lejos.
De tu pasado incierto
Y del temor de haberte equivocado
En alguna parte del camino,
De no saber si otras sendas
Eran la de tu sueño,
Si sigues siendo lo que eres.
Según los documentos, nació en El Seibo, el 22 de abril de 1947; pero Mieses es más que una criatura en el tiempo, por lo que la fecha que en apariencia un día cerrará su círculo, no lo dejará prisionero entre sus límites. Él sabe –así lo soñaba Whitman– que es uno y muchos, individual y plural, como la escritura de un libro, que es, nos dice, “sólo el comienzo de una aventura que habrá de repetirse de manera personal y misteriosa en cada lector”. Así, “lo que fue una vez inefable intimidad, es ahora compartido secreto. Lo que fue mío es ahora nuestro”.
No sé como te llamas
Sólo te he visto en sueños,
Cuando hablas lo haces en una lengua oscura
que yo entiendo,
Cuentas cosas secretas
Y al final me despierto
Sintiendo haber sabido algo
Que no recuerdo.
Silueta de mis noches,
Vuelve y dime el secreto
Que me ayude en la tarde
De mi último camino.
Aprendió francés para leer a Verlaine, poeta de la devoción de Rubén Darío, uno de sus maestros. Es políglota. Ha trabajado como traductor y como profesor de Lengua Española y de francés. Le ha dado dos veces la vuelta al mundo. Países como Italia, España, Portugal, Colombia, Argentina, Suiza, Estados Unidos y Singapur conocen sus pasos. Ha vivido en Jamaica, Indonesia, México, Brasil y Francia. Se ha adentrado en la selva y ha sostenido sobre los hombros del tiempo una anaconda sigilosa capaz de asfixiar la noche, es decir, que es un hombre lleno de vivencias arriesgadas y entrañables, un hombre que ha vivido grandes aventuras; pero su verdadero destino es la literatura. Así como ha atravesado fronteras geográficas y culturales, también ha surcado la frontera de los géneros literarios: es poeta, cuentista, dramaturgo y novelista.
Te irás,
Pero no en la premura de los truenos
Sino como un redoble de caballos en la tierra.
Sabrás que alguien espera tu señal
Para cerrar el mundo en tus pupilas.
(…)
Verás de nuevo los desnudos oteros y las dunas
Las sombras de las nubes en la arena
y más allá
-Inalcanzable y tuyo-
El horizonte que te espera,
Todo lo verás en ese instante
En que la vida agota su faena.
Después de leer su obra, no es difícil cerrar los ojos y verlo caminar por las calles del Santo Domingo colonial, imbuido en un soliloquio con las “efímeras palomas de tu infancia”, “el asombro primero, cuando el mundo daba vértigo y tus árboles llegaban a la luna”, porque el universo que crea y recrea, a través del brillante trabajo estético de la lengua, se carga de sentidos y sugerencias, y envuelve al lector en una magia en la cual, a pesar de la penumbra, no es difícil ver y sentir el mar insistiendo en los latidos de la vida, “en tus arenas”. Su creación es vital; a pesar de su obsesión con la muerte, su canto está dirigido hacia la vida. La poesía va de la mano con él por los caminos. Tanto es así que hasta en sus cuentos (pienso en La laguna de las lilas, en Ese esperado domingo, Premio FAO, y en Ay, Rosalía), en su teatro (La cruz y el cetro) y en su novela (El día de todos) la poesía le sale al encuentro, rebosando de magia y de belleza su discurso.
Además de las obras mencionadas, ha publicado: Flagellun Dei (Premio Siboney de Poesía 1985), Gaia (Premio Pedro Henríquez Ureña de Poesía 1991), Dulce et Decorum est (Poesía, 1997), Desde las islas (Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén 2001) y Aquí, el Edén (Poesía, 1998). De manera que, hasta ahora, ha publicado ocho libros, entre ellos seis de poesía, uno de teatro y una novela, sin contar los textos sueltos. No voy a hablar de los trabajos inéditos (hay quienes piensan que los textos inéditos no existen); pero puedo asegurar que en narrativa recibiremos agradables sorpresas, porque el autor sigue trabajando el cuento y la novela. Además, está haciendo los trámites editoriales para que un libro de cuentos para niños y otra novela estén pronto entre sus lectores.
Te alejas,
Pareces decir adiós a cada cosa
Te encaminas donde nadie ha llegado
Pero donde te esperan,
Vuelve entonces el miedo del olvido
El miedo de ser lo que antes eras,
Pero vuelves
Te acercas
Y pareces haber estado ahí
Sin decir nada
Desde siempre.
Rebosado de vivencias, comparte su vida con el amor, que ha encarnado en Evelyne Grimaud, esposa, amiga, compañera en el viaje por esta intensa sucesión de instantes que es la vida, además de ser la ilustradora de muchos de sus textos.
Lo que deseo es tiempo
Para quererte como te sueño,
Para contarte lo que he vivido
Esperando por ti
Solo entre tantos besos,
Para decirte que te soñado
Poco a poco
Como sueña la tierra,
Que te he esperado
Viendo correr el agua
-Sin premuras-
Para llevarte por los caminos
Que he trazado sin ti desde el comienzo
Desde tantas promesas
Y caricias perdidas en el tiempo,
Para contar tus dedos con los míos
Hasta que ya no tenga números mi alma
Y tenga que comenzar de nuevo.
Es sensible ante las desigualdades y los atropellos, las injusticias y los abusos, y, sin perder altura (sorteando hábilmente el riesgo de volverse panfletario, pantano donde no pocos sucumben), hace su denuncia contra las instituciones y las instancias de poder que, a través de las ideologías que orientan sus acciones, siembran y aprovechan la maldad, la pobreza y la discordancia en el mundo; y las aborda, desenmascarándolas; y las cuestiona, con frecuencia apelando a la ironía, al humor o una visión apocalíptica.
Los que quedaron
Después de las cenizas
Lejos del alba
Sin promesas de mágicas mañanas,
Saldrán de los escombros
Esparcirán gemidos entre las ruinas
Y elevarán plegarias a la muerte,
Última amiga de la espera.
Está consciente de que de la realidad sólo poseemos “imágenes parciales” –y esto implica una concepción filosófica–; pero sabe trabajar esos fragmentos, aprehendiéndolos estéticamente hasta hacer que cada parte sea imagen de la totalidad.
La noche va creciendo
Y se dilata como oscuro sonido
Con su antigua certeza tras el aire.
Plasticidad etérea del silencio
En su fluir constante hacia sí misma
Se proyecta (…) a ciegas
Desde algún incomprensible Siempre
Buscando identidad con lo absoluto.
Parte de trabajo literario ha sido traducido al inglés, al noruego y al occitano (tengo entendido que es el único poeta dominicano traducido a esa lengua que se habla en el sur de Francia). Llama la atención la gran unidad de cada uno de sus libros, sobre todo los de poesía, hasta el punto que, pese a que pueden leerse bajo el título que identifica cada poema como tal, en el fondo son un único poema.
Su obra, que no es muy conocida en República Dominicana (muchos de sus libros tuvieron ediciones limitadas, fueron publicados fuera del país o ya hace varias décadas que vieron la luz, por lo que no aparecen en las librerías), debe ser reunida en un volumen. Se impone revisar sus textos de juventud, publicados en la página literaria del Listín Diario –que dirigía Pedro Contyn Aybar–, hacer la selección correspondiente, y, bajo el título de Orígenes, Primeros pasos, o el que estime conveniente el autor, publicarlos junto a sus seis libros de poemas. En la parte final, la antología (que podría titularse Absolución de lo eterno) debe incluir una selección de sus textos no publicados en libros, como la conmovedora elegía dedicada a la memoria de Máximo Avilés Blonda y la bellísima Oda al bosque.
Me parece justo y necesario, porque esta Apología de las palabras la inició Juan Carlos Mieses hace mucho tiempo, cuando ofreció a la luz su rebeldía en forma de paloma. Aquí y ahora sólo agregará una parte, tan esencial como todas, para luego continuar poblando los caminos con sus pasos…
jtb
¡Excelente! Lo replico en mi blog y te felicito
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