07 abril 2010

¿Yo sí voto?



Un diálogo políticamente incorrecto


He leído con simpatía los argumentos de unos buenos ciudadanos en torno a un sitio llamado YO SI VOTO, aparecido en Facebook en estos días. Cuando me topé con Gilberto V, un viejo amigo que detesta lo que él llama “el circo de la política”, le mencioné la noticia y le pregunté en son de broma si pensaba hacerse fan de aquella página. G me contestó que no sólo no lo haría, sino que tal vez hasta publicara una página que se llamaría YO SÍ NO VOTO. Confieso que su respuesta me chocó un poco, y le cité algunos de los excelentes argumentos desplegados en la página de Facebook para sustentar ese bienintencionado proyecto ciudadano; por ejemplo: que votar es un derecho duramente ganado. V sonrió con tristeza y me respondió:

GV- Ve a decirle eso a los héroes y mártires de este país. Pregúntate que pensarían ellos si vieran en lo que han convertido esta tierra que ahora llaman impúdicamente “inagotable” mientas los elegidos con el voto del pueblo lo alquilan a los grandes capitales locales y extranjeros. Estoy seguro que no fue para eso que ellos lucharon y murieron.



JCM- ¿Pero, tu no crees ― le contesté ― que el voto es la mejor defensa contra una dictadura?

GV- Yo no me trago eso de que el voto es condición suficiente para preservar la democracia. Lo que la preserva es la fortaleza, la independencia y la ética de las instituciones sean éstas republicanas o monárquicas. Yo no veo como un grupo de oportunistas que sólo buscan enriquecerse con los impuestos de la gente puede preservar la democracia. El cuco de la dictadura ya no funciona. En este momento, lo que más se parece a un dictado, en este continente, es un fanfarrón sudamericano que subió al poder gracias al voto popular.

JCM- Al menos deberías estar de acuerdo conmigo cuando digo que no votar es un desperdicio de nuestros derechos…

GV-¿Derecho a qué? ¿A confirmar con un voto inocente a individuos que gracias a promesas y acuerdos secreto y a fuerza de codazos y de golpes, muchos bajos, han impuesto su candidatura en los dos o tres partidos que se comparten el poder en este país?



JCM- Creo que exageras un poco, ¿acaso el voto no ayuda a elegir los mejores?

GV- ¡Qué buen chiste! Como si la gente votara por los mejores y no por los candidatos de sus partidos sin importarles quiénes o qué sean, de dónde vinieron, cómo llegaron y adónde van a llegar sobre sus carrozas de promesas que no serán nunca cumplidas. El voto no nos da la oportunidad de elegir a los mejores, sino de escoger entre los presentados. Y sin todos son malos, ¿cómo se elige al mejor? Eso no es posible; a quien parece ser el menos malo. Hace muchos años, en la época de las utopías, un intelectual dominicano, creo que se llamaba Moreno Martínez, propuso una formula electoral sorprendente: el voto negro. El voto negro tendría, contrariamente a la abstención, que no influye en la elección (o al voto blanco, que tampoco influye en la elección y que solo sirve para calmar la conciencia de los ingenuos) el poder de rechazar a todos los candidatos si hubiera una mayor cantidad de votos negros que votos a los demás candidatos. No creo que sea una solución definitiva, pero sería una manera contundente de obligar a un dialogo nacional para decidir entre todos el futuro de este país. Si existiera el voto negro, quizá yo si votaría.


JCM- Pienso que eres muy duro y algo injusto. Después de todo sí hay políticos honestos. Yo conozco unos cuantos, le dije.

GV- Te creo, el problema es que esos pocos honestos no tienen generalmente la oportunidad de llegar al poder. ¿Si no se pueden manipular, o tenerlos de socios, para qué los querrían los que sufragan los gastos de campaña? No niego que haya habido funcionarios buenos y honestos, o que aun los haya, yo también conozco y soy amigo de algunos. Yo quisiera votar, te lo aseguro pero no quiero verme en el espejo sabiendo que los gobernantes que ayudé a triunfar se habrán vuelto, no digo cómplices u organizadores de la corrupción oficial, pero sí ciegos y sordos como aquel señor que todos recuerdan. Yo quisiera votar, pero no me sentiría bien si contribuyo con mi voto a elegir el senador que antes habrá gastado una pequeña fortuna para triunfar y todo para recibir un sueldo que no compensará los millonarios gastos de campaña, pero que sin embargo servirá para enriquecerlo misteriosa magnífica y impunemente. Y por favor, no me digan que quiso presentarse por amor a la patria, por vocación de servicio al pueblo dominicano, o sandeces por el estilo, yo estoy muy grande para chuparme el dedo. ¿Como te sentiste tú las veces que has votado por los presidentes, los diputados, los senadores, los síndicos o los regidores desde hace veinticinco años y has visto desfilar la comparsa más infame del carnaval de los malditos? Yo voté una vez y unos meses después me dio nausea ver a mi candidato, elegido con mi voto, voluntario y entusiasta, olvidarse de sus promesas y erigirse en monarca constitucional, que es lo que hacen todos en menor o mayor grado, según su talento para el escarnio, la desmesura de su ambición o la hinchazón de su ego. Y luego vi llegar a otro, que era todo sonrisas y bromas, competir con su antecesor en mañoserías y rapacidad, pero yo ya estaba precavido y esa vez no había votado.

Me di por vencido. No iba a convencer a mi amigo de ir a votar. Si decidí publicar nuestro dialogo, no para que sus argumentos influyan en mis lectores, sino porque espero que algunos de ustedes me ayuden a demostrarle a Gilberto que está equivocado; porque, ¿está equivocado, no?

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