13 marzo 2010
La Patria en tres relatos
El verdor de nuestros campos se realza más que nunca en la nostalgia de los colores. El blanco y el negro, en una certera alegoría del voluntario maniqueísmo del relato impiden toda distracción. La tragedia anunciada es inevitable; como debe ser toda tragedia. Ante el conflicto entre Cristino y Don Pío, no podemos sino recordar las líneas de Brecht:
“Oh, Ceguera de los grandes
Caminan como inmortales sobre las espaldas agobiadas,
Seguros de sus puños alquilados
Confiados en la violencia que ya mucho tiempo ha reinado…”
Estamos viendo “Los Amos”, primera parte de la película en “La Patria en tres relatos” basada en tres cuentos de Juan Bosch. Los otros son: “Todo un Hombre” y “La Bella Alma de Damián.” De estos tres cortos Peyi Guzmán es productor, director de fotografía, y director junto a Félix Germán.
La adaptación al cine de una obra literaria es generalmente inferior al texto original. Podría citar “El Señor de los Anillos” o cualquiera de las películas basadas en las novelas de Graham Greene. Estoy seguro que cada lector tiene un ejemplo que proponer.
A veces ambas versiones logran, a su modo y con sus recursos propios, crear en el lector y el espectador ese placer sorprendente y creativo que es propio de la obra de arte. Pienso en “Beckett o el Honor de Dios” de Jean Anouilh. Estoy seguro que Arturo Rodríguez Fernández, con su asombrosa erudición, podría citar múltiples ejemplos.
Raras veces la versión cinematográfica supera al texto, como sucede, a mi entender, con la versión para el cine de “La Casa de los Espíritus” ― les pido excusas a los lectores de Isabel Allende ― que me pareció muy superior a su novela por el ambiente de sugerente magia que supieron imprimirle sus realizadores y quizá porque nos evita su reiterativo estilo garcíamarqueziano.
No voy a hacer un análisis de “La Patria en tres Relatos.” Me considero incapaz de llevar a cabo esa tarea ― no soy crítico de cine, sólo un simple espectador ―, pero me permitiré decir que la obra de Peyi Guzmán tiene la virtud de competir en fuerza narrativa con los cuentos de Bosch. Posee la belleza de las imágenes, la calidad de las actuaciones ― Iván García y Augusto Feria, entre otros, estuvieron admirables ― y el mérito de haber llevado a cabo una lectura inteligente y sensible de los textos, enriqueciéndolos gracias al uso elegante de las técnicas del cine.
El hecho de que esa película sea el producto del trabajo de artistas dominicanos no puede sino llenarnos a todos de orgullo. Una sociedad como la nuestra, que tanto necesita de incentivos y de buenos ejemplos, no puede sino mejorarse y crecer ante tan hermoso y significativo resultado.
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