06 agosto 2009

Batavia



Marionetas, de Joanna Chapman-Smit

Para Chang Ifei, que amaba su ciudad y la temía

Si, como el griego afirma en el Cratilo,
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa,
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.

-------------Jorge Luis Borges


Batavia… La palabra evoca los puentes levadizos por encima de los canales que desembocan en el mar de Java; la estatua de madera de Dewi Sri cuya piel está formada de arrozales y que reina en la penumbra de los salones familiares; los pilares dorados de los templos chinos, relucientes bajo el sol de los siglos; las campanas cristianas que tañen las horas de Dios; las plazoletas somnolientas abiertas a un cielo que parece importado de Holanda junto a sus brumas; los sonidos metálicos del gamelán, semejantes a reflejos de luna sobre el agua corriente de las fuentes; el inconfundible olor dulzón y picante del Satay sobre los brasas; las volutas de incienso con el que un hombre habla en silencio con el alma de sus ancestros; el bogar de los veleros de Macasar en la quietud secular del puerto de Sunda Kelapa; el canto gutural de los muecines llamando a la plegaria; los alminares como blancos dedos de cerámica que señalan las nubes; el vuelo de las libélulas al borde de pantanos eternamente renacientes; el cañón de bronce que cura la infertilidad en las mujeres; las manos aladas de las javanesas en las noches teatrales de Wayang Orang; el grave resonar de un tambor bedug en el umbral de una mezquita; las aventuras de los principitos del mundo de sombras del Ramayana; el caminar acompasado de los marchantes a lo largo de los caminos; las vestimentas impecables de los novios en las ceremonias nupciales; la tranquila silueta del Sultán en su palacio intemporal...

Canal de Jakjarta

Batavia… Sólo que ahora se llama Jakarta. Unos cuantos templos budistas sobreviven escondidos entre las callejuelas de Glodok, el último santuario de los dragones. Un roído puente levadizo duerme su sueño escarlata sobre un canal maloliente cerca de la estación de trenes. La vieja Batavia se ha poblado de rascacielos de acero y de cristal que en las noches relucen bajo neones multicolores. Los canales se han vuelto más atroces; las ratas más atrevidas; los gatos más polvorientos.

Entre alminares que compiten por llegar a las alturas de Allah, camino entre los restos del pasado. Atravieso el mercado de legumbres a lo largo de una calle peatonal. El mago de Kalimantan que hace desaparecer billetes de mil rupias entre sus dedos ante un público crédulo y admirativo; el vendedor de una bebida a base de hojas y raíces que posee la lasciva virtud de curar la impotencia; el médico chino que conoce el secreto de las ventosas y se hace rodear por ondulantes serpientes amarillas; el mercader que con una amplia sonrisa desdentada ofrece lagartos secados al sol… todos se han ido. La reciente erupción de violencia los ha desterrado. Los chinos y los cristianos ―los judíos de Asia a la hora de encontrar chivos expiatorios― han pagado el precio de la frustración, de la pobreza y de la ignorancia de las masas. El centro comercial, al otro lado de la calle, destila el hedor indecente de los cadáveres calcinados. La muerte ha pasado por el lugar y usado su guadaña inclemente.

Detalle de una foto de Bram & Vera

Dejo atrás el hedor de los muertos y me interno en la barriada de los chinos. Las sombras del anochecer caen lentamente sobre Glodok. Un olor a mariscos, a ajíes y a fritura invade las callejuelas y se mezcla con el tenaz perfume del incienso, con el tañido de las campanas de la Iglesia de los Negros Portugueses, con el último llamado del muecín. Otro sonido, apenas audible, pero más intenso, parece llegar de las piedras, de los árboles ― de detrás del aire, diría mi amigo Suton desde la calle El Conde inmemorial. Siento que la noche ha despertado un ser hecho de espacio, y no de tiempo, que dormía bajo tierra. Batavia parece renacer una vez más de sus cenizas como si un poderoso e invisible mago, gracias a un delicado sortilegio, se burlara de los muertos, de los vivos, de los demonios y de los dioses advenedizos que han ocupado estas tierras antiguas.

tira final

1 comentario:

  1. hermano; escribes tan pero tan hermoso que no te niego, este fue demasiado para mi ,como que se me iba entre tantos adjetivos y entornos que me resultan dificiles plasmar a la rapidez del pensamiento y a mi no me gusta detenerme mucho,jeje! pero es que hablas de tu experiencia alla ? como el del doble que todos tenemos? o solo describes la diferencia en la realidad de hoy? lo reconozco para esta estoy bruta.!

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