18 junio 2009

Josefa Suriñach: mil veces madre



renoir

Un artículo de Simón Guerrero



Cuando escribí en cierta ocasión que era mejor negocio invertir en la educación de las mujeres que en la de los hombres, un lector indignado me acusó de traicionar al género y ceder al chantaje de las feministas.

No creo que traicione mi género al pensar así. Como expliqué entonces, son las madres quienes se ocupan de la formación básica intelectual y emocional de hijos e hijas. Tampoco creo que mi discurso sea una concesión a la presión de las feministas.
Admito que mis juicios no son objetivos, aunque sean válidos.

Detrás de ellos siempre ronda la sombra inagotable de mi madre, Josefa Suriñach, fuente exclusiva de mis escasas virtudes, quien fue mil veces madre: madre de sus hermanos; madre de sus sobrinos; madre de sus hijos; madre de los amigos de sus hijos; madre de sus nietos.

madre

Sabiéndome incapaz de hablar sobre ella durante más de siete líneas, comparto con ustedes pasajes memorables que me la recuerdan.


Napoleón, en la cúspide del poder imperial, al enterarse de que su madre estaba enferma le envió esta breve nota: "No te mueras, porque si tú desapareces, entonces ya nadie tendrá poder sobre mí".

José Martí, apóstol de la independencia cubana y uno de los mejores escritores de nuestra lengua, le envió desde nuestro país esta carta a su madre Dña. Leonor Pérez:
"Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en Usted. Yo sin cesar pienso en Usted. Usted se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de Usted con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre. Abrace a mis hermanas, y a sus compañeros. ¡Ojalá pueda algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de mí! Y entonces sí que cuidaré yo de Usted con mimo y con orgullo. Ahora, bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza. La bendición. Su J. Martí".



En su tragedia Antígona, del dramaturgo francés Jean Anouilh, uno de mis escritores favoritos, aparece esta descripción que hace Antígona de su nodriza, en la que enumera todo lo que significa una madre para un niño:

"Mamá, más fuerte que la fiebre; Mamá, más fuerte que la pesadilla; más fuerte que los mil insectos del silencio que roen algo en algún lugar en la noche. Mamá, más fuerte que la sombra del armario; Mamá, más fuerte que la noche misma, con su ulular de loca que ya no oímos; Mamá, más fuerte que la muerte".

Versos que dedicó Neruda a su Mamadre ("Nunca pude decir Madrastra”) y a la mía:
"Ay mamá, ¿cómo pude vivir sin recordarte cada minuto mío? No es posible. Yo llevo tu Suriñach en mi sangre, el apellido del pan que se reparte… Ahora mi boca tiembla para definirte, porque apenas abrí el entendimiento vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro, la santidad más útil: la del agua y la harina, y eso fuiste: la vida te hizo pan y allí te consumimos…"

final

1 comentario:

  1. Como mencioné en FB, si la motivación para darle a la mujeres más educación es la de que sean mejores madres, no veo qué tiene eso de feminista. El artículo, al ensalzar el rol de madre, no sólo reduce el potencial de la mujer a ese rol, y de paso borra sus otros potenciales como miembra de la sociedad, sino que asume que ella es la única responsable en la formación intelectual y emocional de los hijos. De paso, en este artículo, el rol del hombre como padre queda tan borrado como el de la mujer como ente cívico. Evitemos reproducir diferencias y jerarquías ya conocidas (como la muy antigua y muy conservadora de limitar la mujer al espacio doméstico y proyectar al hombre en el espacio público) y propongamos que la educación la deben recibir de igual manera, tanto hombres como mujeres, independientemente de las funciones que éstos elijan tener en la vida.

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